Opinión,
Padre Miguel Angel
El ángel de la muerte
Había una vez un científico que descubrió el arte de reproducirse a sí mismo, tan perfectamente que resultaba imposible distinguir el original de la reproducción.
Un día se enteró de que andaba buscándole el Ángel de la Muerte, y entonces hizo doce copias de sí mismo.
El ángel no sabía cómo averiguar cuál de los trece ejemplares que tenía ante sí era el científico, de modo que los dejó a todos en paz y regresó al cielo.
Pero no por mucho tiempo, porque, como era un experto en la naturaleza humana, se le ocurrió una ingeniosa estrategia.
Regresó de nuevo y dijo: "Debe de ser usted un genio, señor, para haber logrado tan perfectas reproducciones de sí mismo; sin embargo, he descubierto que su obra tiene un defecto, un único y minúsculo defecto".
El científico pegó un salto y gritó: "¡Imposible! ¿Dónde está el defecto?".
"Justamente aquí", respondió el ángel mientras tomaba al científico de entre sus reproducciones y se lo llevaba consigo.
Precisamente el defecto del científico estaba en su impaciencia y su falta de humildad.
Cuántas veces nosotros podríamos evitar malos momentos si fuéramos más pacientes y más humildes, pero esas dos virtudes no se pueden improvisar, sino que debemos practicarlas una y otra vez, y cien veces más, hasta que las hagamos parte de nuestro modo de ser.
Eso se adquiere solamente con la ayuda de Dios.
0 comentarios